MATIAS ANGHILERI
Odontólogo - ¿Escritor?
La vuelta - (10-12)
Estoy cansado, qué digo cansado, agotado. Muerto, destrozado. Mis ojos se mantienen abiertos por inercia. Pestañeo para que no me ardan las pupilas. Hago lo posible para que los pacientes no se den cuenta, pero todos lo notan. Quieren escapar. Los envidio solo por el hecho de sentarse en ese sillón cómodamente por un rato aunque más no sea. Quizás si me falta alguno pueda recostarme un momento…
Salgo y veo cosas que generalmente paso por alto. Es como cuando hubo un “accidente indeseado” en la pareja, no dormís ni pensás en otra cosa hasta que se hace el test y lo único que ves son embarazadas y changuitos de bebés…
Un perro tirado al sol en medio de la vereda. Me lo quedo mirando, lo envidio. Lo abrazaría para darnos calor. Deseo que los semáforos me toquen en rojo. Descanso los párpados. Un boludo se pone a limpiarme el parabrisas que lavé ayer. No tengo fuerzas para detenerlo. A veces me quiero bajar y cagarlo a trompadas. Están en todos lados. No me rompan las pelotas. Pero cierro los ojos hasta que me golpea el vidrio pidiendo dinero por su esforzada labor: “Una moneda jefe”. Busco, le doy 50 centavos. Me mira como si tuviera lepra. Vuelve con su gente. Tirados en una esquina. Descansando… También los envidio. Hasta que otro boludo me pega un bocinazo de atrás que casi me deja sordo. No te das cuenta que adelante mío hay 2 autos más? Qué carajo querés que haga? Que los salte? Todo esto lo digo mirando al espejo retrovisor y gesticulando. Como si me escuchara o viera. Pero putear en el auto a veces sirve, descarga. En mi caso me desgasta. Sudo. Probablemente por la capa protectora de reserva energética que dejo en caso de hibernación (lo que algunos llaman gordura).
Lo voy a buscar a mi hijo que está en lo de un amiguito. Llego y lo veo correr en el parque como endemoniado. ¿Cómo carajos es que no estás cansado? Yo apenas arrastro la suela de los zapatos. Ni con éxtasis me muevo más rápido. Cuando le digo que nos vamos se larga a llorar desconsoladamente. Me doy cuenta que soy inmune a su llanto. Pero eso porque estoy a solas con él, los turros te lo pueden llegar a hacer en un restaurante lleno de gente, porque en vez de pan le diste una tostada, y gritan como si los estuvieras pinchando con el tenedor. Te dan ganas de pedir una fuente de agua y meterle la cabeza adentro, un ratito nomás, para apreciar el silencio. Sin embargo la desesperación para que se calle y te deje de mirar la gente como si fueras un asesino serial te hace darle el pan, la tostada, 2 cocas, pedís el helado antes que el plato principal, le prometes un honda civic para los 16 y le metes $300 en el bolsillo…
Arranco y decido tomar por otro camino para ganar tiempo. Me pierdo. Y me maldigo una vez más por no tener GPS. Si, en Bahía Blanca me pierdo. Para ir de un lugar a otro agarro siempre la misma ruta. Si la cambio me desoriento. Si ustedes rápidamente me dicen que vaya a Rodríguez al 500 yo les sonreiré y me subiré al auto. Pero no tengo idea donde queda. Me estaciono como los viejos en una cuadra lo mas desierta posible y agarro un mapa hecho mierda que tengo en la gaveta. Lo abro y empiezo a buscar la calle manualmente. Una por una. Al encontrarla, como no sé donde estoy, avanzo hasta ver la esquina más cercana. Y ahí me encamino. Un desastre… Ahora lo mismo pero con un 45% de mi cerebro en ruinas por la falta de sueño.
Agarro un trayecto de ruta para llegar a destino. A lo lejos veo como un inconsciente se manda a pasar un camión con doble línea amarilla y lo peor de todo, conmigo cerca. Desde que hace la maniobra empiezo a tirar rebajes. Se va a mandar. A partir de ese momento empiezo a putear. Mi hijo abre cada vez más los ojos y escucho como su cerebro es mas esponja que nunca y empieza a absorver cada una de mis puteadas. No me importa, sigo buscando sinónimos. Al cruzarlo mientras lo insulto el tipo me levanta el dedo mayor al mismo tiempo que me putea. Terrible, sobre todo porque pasó de largo y la última imagen que me quedó de él fue esa. Daría la vuelta en U para perseguirlo pero me freno, no tengo reflejos para hacerlo.
Valentino empieza a repetir sutilmente algunas de las herejías que acabo de decir. ¡Eso si lo aprendés! Empiezo a cantarle canciones de la boluda de Adriana para ponerlo en otra sintonía antes de que llegue a casa y empiece a putear apenas entra. Le canto la del sapo Pepe 30 veces hasta que entra en hipnosis y la canta. Cagaría a tiros a todos los sapos del mundo. Las bolas llenas me tienen.
Los chicos actúan por repetición. Madagascar 1 la vió 35 veces. Y siempre me pide que me siente a su lado. Las primeras 3 veces ves la peli. Linda. Las otras 2 veces lo ves a tu hijo y disfrutás con sus emociones. Después tenés una ganas de irte a la mierda que no das más. Y no sos mal padre por quererlo! Pero ya está, como carajo se ríe siempre en la misma parte?!?!? Le pongo Madagascar 2. Es nueva, no la vi. Me siento cómodamente con el. La primera vez que ves una peli tenés que disfrutarla… 4 minutos después: “No guta”. ¿Cómo que no guta hijo?, ¡es la del León!. Me mira, me clava fijamente sus pupilas y me reafirma: “NO GUTA”. ¿Quién sos, el padrino nene? Ahora ves la peli al lado mío, ya vas a ver quién manda en esta casa… 10 minutos después me encuentro viendo Madagascar 1 prendiendo la tele al mismo tiempo para ojear algún programa que me interese.
En el auto pasa lo mismo. Se sube y pide música. Olvidate del mp3, de las noticias, de la radio. Quiere el mismo puto cd con las mismas putas canciones una y otra vez. El las disfruta. Y para que no llore las ponés. Te das cuenta que sos su esclavo. Ya sabe cómo manejarte. Cómo manipularte. Y una vez que lo manejan a la perfección estás perdido. Son tus amos… Y lo peor de todo es que te encontrás cantando las canciones del oso, el sapo, las manos, Mickey. No sabés solo los estribillos. Las conocés enteras. Una vez estaba solo y me pongo a cantar la canción del Oso Agente Especial. En cuanto me di cuenta me pegué en la boca del estómago, como aviso a mi organismo que no estaba de acuerdo…
Llegamos a casa. Rezo para que no empiece a decir los nuevos insultos aprendidos. Zafo. Esta vez le agradezco a Adriana por haberle tapado con su “Salta, Salta” las barbaridades del padre.
Hoy te amo Sapo. Mañana, al momento de subir al auto, volveré a odiarte…
M.I.A.
Página Web: http://miangh.wix.com/historias-con-humor
En Facebook: http://www.facebook.com/HistoriasConHumor