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El embarazo del Hombre - (10/2012)

Hay una gran diferencia en cómo viven los 9 meses de embarazo el hombre  y la mujer. Y eso es algo que se mantendrá por los siglos de los siglos.
La emoción ante la noticia es idéntica para ambos. La felicidad de un hijo alegra hasta el más primitivo de los primates. Lo que no sabe el macho de la pareja es que a partir de ese momento, nada será como antes…
Para la mujer empieza una de las etapas más felices de su vida. Desde que le dicen la primicia están pensando en si será nene o nena, el color del cuarto, la ropita, en qué colegio lo va a anotar, los juguetes que tendrá y una sarta de disparates que no se nos ocurren en lo más mínimo.
Para el hombre hay 2 grandes ventajas: El estacionamiento para embarazadas y la cola rápida en el supermercado. Paso a detallarles mi experiencia: Primer embarazo, voy a un reconocido supermercado al cual le cambiaré el nombre por cuestiones legales: “Plazoleta Mire”. Uno alejado, complicado para asistir después de las 4 de la tarde. Mi mujer de 3 meses. Una pancita que, con mucho cariño, se notaba a los 10 cm de distancia, pero que ella lucía orgullosa desde hacía 10 días arqueando su espalda . Fue una compra monumental, las ruedas del carro chillaban y pedían a gritos que no le agreguemos ni una lata más., sigo sin entender la idea de empezar a acumular  pañales, chupetes, mamaderas, y toooooodo tipo de vestimenta 8 meses antes que nazca. Pero los compro. Llego desesperado a la cola con prioridad. Nada, no está. Miro para todos lados y las filas llegan hasta la mitad del supermercado. “¡Esto no puede ser!”Maldigo… “¡Es imperdonable!” me repito. Me envalentono y encaro a una de seguridad:-¿Mi mujer está embarazada y no hay prioridad alguna?.- Disculpe señor, pasen por esta caja….La hija de puta me la devolvió, y me mandó a la caja más llena de todas: La rápida, la de 15 artículos o menos.. Faltó que se sonría para darme cuenta que se estaba relamiendo con la venganza por haberme dignado a reclamarle. Es como devolver un plato en un restaurante porque le falta cocción. Rezá porque te lo escupan, es lo mejor que pueden llegar a hacer.
Me acerco a mi mujer y le digo al oído (¡inflá la panza porque nos queman vivos). Inspira a más no poder. “Los próximos son estos dos” le dice a la cajera con desdén y se va triunfante.  A ver si repasamos la imagen, fila hasta la mitad del supermercado, horario pico, calor, gente con prontuario esperando, caja rápida, un chango que rebalsaba y nosotros, yo con más panza que ella, diciendo que requieren prioridad.  
Miré una sola vez para atrás y la gente en un 93% estaba insultándonos. El otro 7% se empezó a golpear al grito de “Revolución!!!!”. Los pocos insultos que llegamos a escuchar fueron: “Pero yo tengo más panza que esa”. Y la remató otro con un: “Qué culpa tengo yo que estos dos hayan hecho el amorrrrr”. Monumental. Pagamos y nos fuimos. A partir de ese momento hasta los 7 meses no me pongo en una caja rápida nunca más.
Atravesamos los meses y la mujer pasa por todo tipo de emociones. Alegría, tristeza, desesperación, emoción. Y siempre la culpa es nuestra. Somos los que estamos al lado. Todos sabemos que es un mito lo de los antojos: Sábado, 9.30 de la noche: “¡Tengo unas ganas de comer berenjenas al escabeche…!” Me mira. Son esos momentos donde tu rostro y tu respuesta van a marcar la relación por los próximos 3 días. Si fuera por mí que le salga la planta del pie con forma de berenjena, pero mi amada no piensa igual. Tomo el auto y salgo raudo a buscar berenjenas al escabeche y o similares. Dios se apiadó y me las cruzó en el primer almacén que entro. Logro  triunfante a complacerla, por esta vez..
Otro tema es el íntimo, y las mujeres optan por dos caminos: O le tienen una aversión terrible al contacto, o te persiguen desaforadamente por toda la casa cual vírgen a los 40. Les juro que es preferible el rechazo. Los primeros 4 meses no hay problema. El tema es después. Porque en un momento te dicen: - ¡Acariciá la pancita, mirá como patea! ¡Aaaaay tiene hipo!, y 1 minuto después te piden sexo desaforadamente. La mujer no comprende que a partir de ese momento pasa a ser madre y deja de ser la esposa de uno… -¡Claro no, estoy gorda, no te atrae más esta lechona!. -¡No mi vida, lo que pasa es que el bebé…!, Intentás explicar mientras te arranca la ropa a tirones. -¡Le puede pasar algo…!. No hay vuelta atrás ante ese planteo. Siempre lo perdés…
Después tenés los cursos de pre-parto. Un embole. Te sentís desubicado mientras todas cuentan sus miserias y a vos te dicen como masajearle la espalda a tu mujer cuando esté gritando y puteándote por haberla embarazado el día del parto.
Lo que las mujeres no comprenden nunca es que el hombre definitivamente no las entiende. Y mucho más importante que todo eso, no se da cuenta que va a tener un hijo… Si, la panza crece (la de ambos), el bebé patea. A los hombres nos separa  un abismo del vínculo que genera una madre desde el primer día que lo siente crecer en su interior.
Así transcurren los 9 meses. Corriendo de un lado para el otro. Sin comprender demasiado que pasa. Hasta que te encontrás, una mañana, parado frente al quirófano de la maternidad esperando a tu progenitor. De a poquito empezás a caer. La panza se te hace un nudo de nervios. Caminás, pensás, esperás aterrado. Ni te imaginás lo que te está por cambiar la vida.
De pronto se abre la puerta y te inunda una paz que nunca sentiste en tu vida. Te dan a tu hijo por primera vez y te olvidas de todo. No importa nada. Estás vos y el. Ahí sentís tu primera conexión. Ahí es cuando se derrumba esa pared de egocentrismo egoísta que construiste durante toda tu vida alrededor tuyo para darle el primer lugar a el. Porque a partir de ese momento todo lo que le suceda te pasa a vos. Y porque a partir de ese mínimo instante, comprendés lo vacía que había sido tu vida hasta ese día…

M.I.A.



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