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Mi Última Fiesta de Casamiento - (12/12)

Uno tiene que entender que hay una edad para todo. Algunas cosas las disfrutás más que otras en algunas épocas de tu vida. Con dos bebés en tu casa, ir a una reunión es difícil, un cumpleaños complicado, una fiesta de casamiento, imposible…
Para empezar con quién los dejás. Ya son dos, una es bebé. Se alimenta de leche materna. Empezar con la mamadera. Opción A: mi vieja. Opción B: mi vieja. Decidimos unánimemente llamarla a mi mamá. No le preguntamos si quería. No había elección.
Día anterior al casamiento dormimos 3 horas cada uno porque hubo cólicos, hambre, caprichos, llantos, diarrea, y todo lo que se les ocurra de los peques.
El día de la fiesta en cuánto llegó “la niñera” a buscarlos, mi hijo se le trepó al cuello y ella, haciendo malabares, sostenía a la bebé, con un tono violáceo en el rostro por el ahorcamiento de su nieto. Sin dudarlo nosotros aprovechamos a cambiarnos. Cansados, intentando tapar ojeras y dolores musculares.
La mujer piensa: qué se va a poner, qué combina con qué (aritos con zapatos y cartera) y cosas que el hombre ni idea tiene. En ese momento busco el traje que tengo en un rincón, rezando para que el saco no tenga una mancha de algún Vitel Toné rebelde que se haya inmolado en alguna fiesta pasada (porque claro, olvidé mandarlo a la tintorería). El traje lo tenés hace unos años y cada vez te cuesta más conseguir que los extremos del pantalón se unan. Pero ya hiciste de la inspiración extrema un ejercicio en tu vida hasta sentir como tu panza y tu espalda se unen mientras, sin poder siquiera mirar hacia abajo, te prendés el maldito botón para expirar suavemente y rezar por que se mantenga en su lugar.
Me visto. Mi mujer me mira y me dice: -¿Qué te pusiste Piñon Fijo? Combinación se escribe con z para mí. Algo combinado es negro con negro, nada de rayas con liso, ni combinación de color de pañuelo con medias, la estética es para modistos de moda. Está claro que una vez que cedés en ese terreno estás perdido, porque tu mujer no sólo critica tu vestuario, sino que empieza a maquillarte para tapar marcas de experiencia que tenés en el rostro, te sacan pelos de las cejas y te persiguen  con una pinza de depilar mientras vos gritás como si te estuvieran sacando el apéndice sin anestesia…De más está decir que me dice qué ponerme. Francamente no entiendo en qué parte de mi combinación le erré, pero para evitar problemas decido acceder. Probablemente tenga razón al final de cuentas, pero jamás de los jamases un  hombre debe admitirlo pues parte de su hombría se irá con esa afirmación…
Llegamos a la Iglesia. Relación Inversamente Proporcional. Si llegás temprano con el auto hay lugar. Pero te comés el casamiento anterior y si esperás en la puerta: Si es en invierno, te cagás de frío y si es verano, de calor (ni hablar si llueve).  Y deseas haber llegado 1 hora después. Si llegás tarde: lugar para el auto imposible, lo terminás dejando en una esquina mal estacionado(que si alguien dobla un poquito cerrado te lleva puesto). Entrás agitado a la iglesia persignándote con una estrella de David en vez de una cruz y te sentás en el primer lugar libre para que no te vean los novios que llegás a cualquier hora.
Salen los recién casados, besos, felicitaciones, saludos y empieza la guerra por llegar a la recepción. Toda la gente está esperando arrancar para llegar a comer los fiambres. Todos lo piensan, nadie lo dice…. Nos miramos a los ojos amenazantes porque somos todos enemigos. Salís raudo al lugar. Te dicen la mesa, tirás todo ahí, y hay 2 opciones. Cuando los mozos se acercan a ofrecer comida está todo bien. El tema es cuando la mesa de canapés y menesteres está en el centro del salón. Al principio la vergüenza se apodera de todos y nadie se atreve siquiera a mirarla. Están todos los corredores en la línea de salida esperando el disparo inicial. Falta que alguna tía desprevenida agarre un jamón para que todos se lancen como fieras salvajes a la comida. Empieza una batalla campal: si sos principiante en esto, vas a agarrar un canapé y te vas a retirar. Error. Primer consejo de gordo. Anclate en una esquina de la mesa. Vas a recibir codazos, patadas, golpes, pero ¡moverse nunca, retirarse jamás! Con decirles que una vez me gritaron: “¡Rotación!”.
Llegan los novios y todos reculamos para que puedan probar algunas sobras. Si ahí largan los calentitos nuevamente al ataque, mucho codo, mucho hombro, hay que ser estratega para poder probar todo. No es solo cuestión de abalanzarse…
Termina el Vals, comienzan a servir la comida (entrada y plato principal) sentados en la mesa, ya te das cuenta que estás comiendo y tomando más que en toda la semana. Aún así te preguntás que va a haber de postre. Después del primer plato terminado, escuchás la música y saltás a romper la pista como si tuvieras 20. Cuando te parás ya escuchaste 3 o 4 ruidos en tu cuerpo que probablemente no condicen con tus recuerdos…Los ignorás y seguís con el cachengue. Estás rememorando viejas épocas, hacés los mismos pasos de baile que hace 15 años y es triste, pero al no haber espejos te sentís John Travolta.
De repente llega el clásico baile del tren que van para adelante y para atrás. Y empieza la confusión: ¿Quién arranca el tren? ¿Dónde termina? ¿Por dónde va? En algún momento se dispersa la cosa y hay 2 o 3 trenes a la deriva. Vos querés ir atrás de una diosa, esperás para meterte en ese tren alocado en el momento exacto, le calculás mal y te toca atrás de un gordo sudado.¿ Donde poner las manos? ¿Hasta dónde es alegría y hasta dónde amor? En este caso la deseada por todos se me pone atrás mío y posa las manos sobre los flotadores que construí con el esfuerzo de los años. Intento meter panza. No hay caso. Sabía que no tendría que haber comido 25 fetas de jamón crudo. Cuando dicen de reversa, no solo me cuesta terriblemente por la confusión mental que tengo, sino porque evito apoyar al tipo de enfrente. De más está decir que la chica de atrás quedó renga de por vida porque le tatué mis calzados número 46 en sus dedos meñiques del pie. Pero yo seguía como si no hubiera escuchado el crujir de sus huesos. En un momento la melodía te alienta a que vayas para abajo. Te lo piden aproximadamente 6 veces, bajé 20 cm perdiendo todo tipo de dignidad ya que soltaba sonidos guturales de esfuerzo y dolor mientras lo hacía. Más era imposible. Rezaba porque el veinteañero que canta la canción deje de pedirme que bajara. Me quedé ahí. Duro. Notando como señores con 30 años más que yo seguían bajando. Deprimido salí de la locomotora para sentarme y tomar un vaso de vino mientras mis rodillas descansaban en lo alto de otra silla y veía a todos disfrutar desde lejos…
En eso escucho una prueba de amor increíble. En la mesa de al lado un joven le dice a su novia:
-¡Me parece que tengo mal aliento!, ¿me olés? - A ver…, responde ella sin dudarlo. Y se asoma a la boca abierta de su amado como si fuera una madre paloma dispuesta a alimentar a su pichón. Lo peor de todo fue el remate: -¡Uffff, te comiste un dragón en mal estado!  Hubiera vuelto al baile si no fuera por las arcadas que se habían apoderado de mí ser.
A las 4 horas de comenzado el casamiento el cansancio se hace notar y empiezo a bostezar junto a mi mujer. Pero de pronto aparece la mesa dulce y saco fuerzas desde donde no tengo para seguir rompiendo la dieta de una manera monumental. Con las últimas fuerzas que me quedan como 2 pedazos de lemon pie, uno de chocolate y un mousse con frutos secos. Con el último bocado la culpa se apodera de mí ser. Tanto esfuerzo para tirarlo por la borda en una noche. Decido volver a casa mientras analizo todas las calorías consumidas.
Mañana será un nuevo día, justo cae Lunes y será un perfecto día para empezar nuevamente la dieta…


M.I.A.

 

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