MATIAS ANGHILERI
Odontólogo - ¿Escritor?
El Gimnasio - (06/13)
Basta de Dietas Inútiles. Basta de no comer de Lunes a Sábados y el Domingo, día libre, comer como un desaforado todo tipo de porquerías hasta un minuto antes que termine la medianoche. 11.59 me trago sin masticar un chocolate con almendras y dulce de leche en la boca para que entre en el único día de “permitidos”.
Tengo que empezar a hacer ejercicio. Mañana arranco a correr, el jogging está de moda. Todo el mundo es cool porque sale a trotar y no quiero ser menos. La noche anterior me preparo, dejo la ropa lista, el mp3 con música con “onda” y a la cama.
Me levanto a las 7, como dos tostadas a las apuradas mientras me cambio y salgo a correr por el barrio. Apenas cierro la puerta me doy cuenta que hace un frío infernal en el medio de Marzo. “Dale Matías, hacete hombre, ¿vas a ir a buscar un bucito? ¡Corré carajo!” Me autoconvencía repitiéndomelo una y otra vez. Salgo trotando tranqui, esquivando piedras, charcos y pensando donde dejo las llaves mientras corro.
1er cuadra y me doy cuenta que es como andar en bici. Está bueno esto de salir al aire libre, el viento rozándote el rostro, el sol recién desplegando sus rayos, hermoso…
3 cuadras después empiezo a toser. Siento la saliva espesa y escupo. Rezo para no ver sangre en el piso. Maldigo las dos tostadas que comí porque las siento en mi garganta.
Mi autoestima y mi orgullo me hacen seguir unas cuadras más pero decido volver a los 20 minutos.
¿Pero que estoy haciendo?. Tengo que ir a un gimnasio, con cintas, instructores, clima adecuado. Ese mismo día a la noche fui a averiguar a uno.
- “¿Motivo por el que quiere empezar?” La respuesta “porque me estoy empezando a patear el abdomen con las rodillas” no me pareció adecuada. “Stress, trabajo sedentario”.
- “¿Hace mucho que no hace ejercicio?” Desde que tengo uso de razón…
Mañana a las 7.30 arranco.
Salgo nuevamente de casa, decidido a encarar esta nueva etapa. Entro al gym (se dice así ahora) y me doy cuenta que no nací para esto. Mi vestimenta se asemeja más al de un señor de 70 que va a alimentar palomas a la plaza que a un atlético joven. Evito los espejos y me presentan a la instructora. Escultural. Tallada a mano. No importa que estés solo o con alguien, en esas situaciones tiene que salir airosa tu hombría.
Me hace una nueva ficha. “¿Hace mucho que no hacés ejercicio?” Y procedí a mentir:”salgo a correr de vez en cuando, juego tenis”. “Ah bueno, entonces arrancá con 20 minutos en la cinta y después me decís cuántos kilómetros hiciste”. ¿Kilómetros?, uy Dios en qué me meti…
Empiezo a correr, “¿te la pongo en 7 o en 8 la velocidad?”. Pregunta inocentemente cuando si fuera por mi hubiera empezado en la 2 y terminado en la 4. Dale 8… Imploraba al señor no tropezarme e ir a parar a las bicicletas fijas. Como buen amateur no me llevé la toallita personal y los 3 minutos estaba transpirando como si estuviera en cama solar. Era una catarata de sudor y la garganta seca me impedía despegar la lengua de mi paladar. A los 5 minutos ya me tiran 7 músculos diferentes. Pero sigo. A los 8 me desestabilizo y el mp3 decide caerse de mis manos y cae sobre la cinta, sale despedido y si yo giraba la cabeza lo acompañaba, seguí como si nada. En eso se me acerca la turra que me hizo correr 20 minutos y me dice, “Ay, se te cayó esto…”. “Zrazia” Esa fue mi forma de agradecerle con la mitad de la cara dormida por el esfuerzo físico y al borde de un ACV.
Llego a los 20 minutos y estoy severamente dañado. Mareado, mojado hasta las medias. Me sostengo a ambos lados de la cinta y el mundo me da vueltas. “Señor, lo único que te pido es que no me desmaye hoy enfrente de toda esta gente, ya pagué 3 meses por adelantado y la vergüenza me va a impedir volver”.
Ahora hacé 10 minutos de elíptico. “Ah, querés que siga yegua?” Un mal augurio esto de empezar a insultar mentalmente a la instructora el primer día… No importa, este aparato es para maricas, por favor… El destino decide hacerme otra jugarreta y me pone al lado a una mujer que me superaba fácil en 30 años. Empezamos juntos. Me subo y empiezo a darle, después de haber corrido 20 minutos noto que apenas arranco siento 2 calambres seguidos. Pero como si nada, “Soy Rocky, Soy Rocky!” Me repito hasta el cansancio. La vieja de al lado le da con unas ganas terribles y mi orgullo, que me maldigo por tenerlo, me impide no seguirle el paso, miro de reojo su reloj y va más rápido que yo. ¿Por qué será que uno tiene que ver cuántos kilómetros hace el de al lado y si va peor que uno nos levanta la autoestima? Intento motivarme de diferentes maneras repitiéndome a mí mismo:
“¿Acaso Tom Hanks en Forrest Gump se rindió?”
“Querés llegar a Cuestión de Peso?”
Mi aturdimiento cerebral impide que sepa si lo estoy pensando o lo digo en voz alta. No me importa, me agarro a las manijas y empiezo a subir esos escalones como si estuviera por llegar al Everest. A los 10 minutos no me podía bajar. Me dolía pestañar.
“Hacemos un poco de bici y por hoy terminamos” me relata con una sonrisa como si lo estuviera disfrutando. A ver, ¿no te das cuenta del color de mi piel? El rojo lo pasé hace 30 minutos, ¡estoy en un violeta pre-infarto!
Me subo a una bici fija y empiezo a pedalear, cada segundo es una hora y por si fuera poco me siento entre dos viejas antisemitas que se ponen a gritar sobre las empleadas domésticas que tienen y sus nacionalidades. Simpática la bici que te permite tomarte las pulsaciones por minuto. Me asusté. Taquicardia es poco. Intento respirar como en Yoga pero no bajo de 200.
Termino y decido escabullirme sin saludar, ¡no vaya a ser cosa que se le ocurra hacerme hacer otro ejercicio!
A la mañana siguiente me levanto quejándome, solo pude lavarme los dientes poniendo el cepillo sobre el lavamanos y moviendo la cabeza de un lado a otro.
Ahí es cuando decido no ir hoy y sentir una paz plena. Veremos mañana que me dicta la conciencia…
M.I.A.
Página Web: http://miangh.wix.com/historias-con-humor
En Facebook: http://www.facebook.com/HistoriasConHumor